La Fiscalía dio cuenta de al menos 92 violaciones durante 10 años, aunque para la víctima durante años toda sospecha se limitó a lagunas temporales en su memoria. Gisèle afirmó que no testifica por sus propios intereses, sino para ayudar a otras mujeres que puedan ser víctimas de sumisión química.
Gisèle Pélicot, la mujer francesa víctima durante una década de las violaciones organizadas por su propio marido, relató este jueves ante el Tribunal que juzga a sus abusadores cómo se enteró por boca de la Policía de la sumisión química a la que era sometida, que daba pie a “escenas de barbarie” en las que ella era “una muñeca de trapo, una bolsa de basura” a merced de medio centenar de hombres.
Un Tribunal de Aviñón examina los hechos que supuestamente tuvieron lugar en la vivienda familiar de la localidad de Mazan, por donde habrían desfilado hombres invitados por Dominique Pélicot para que pudiesen violar a su esposa. Un total de 51 hombres se sientan en el banquillo, de los cuales 35 han reconocido haber mantenido relaciones, pero con el matiz de que no entendían que fuese un abuso no consentido ―sólo tres han pedido disculpas―.
La Fiscalía dio cuenta de al menos 92 violaciones durante 10 años, aunque para la víctima durante años toda sospecha se limitó a lagunas temporales en su memoria. “Hasta nuestros amigos nos decían que éramos la pareja ideal”, aseguró esta mujer, en una larga y sosegada exposición en la que situó como primera fecha relevante el 12 de septiembre de 2020.
Ese día descubrió a su marido llorando y éste le confesó que lo habían sorprendido en un supermercado cuando intentaba captar imágenes por debajo de las faldas de varias clientas. Gisèle Pélicot decidió perdonarle, con el requisito de que pidiese ayuda y se disculpase ante las mujeres, según los extractos recogidos por la televisión pública gala.
Poco después viajó rumbo a París para cuidar de algunos de sus nietos, y entonces le comentó a su hija “un problema ginecológico” por el que creía que debería pedir cita con un médico. Volvió a Mazan el 21 de octubre y al día siguiente se despertó sin recordar nada de la noche anterior: posteriormente descubrió que sufrió entonces la última violación organizada por su marido.
El 2 de noviembre acudió a la comisaría convocada por la Policía, pensando inicialmente que le iban a pedir cuentas por los videos de su marido. En esta primera declaración negó que practicara el intercambio de parejas e identifica a Dominique Pélicot como “el único hombre” con el que se podía acostar.
“Te vamos a enseñar cosas que no te van a gustar”, cuenta que le dijo entonces el comisario. Le mostró una imagen de una mujer violada por un hombre, pero no reconoció a ninguna de las dos personas. Ante la insistencia, termina identificándose como la mujer inerte que aparece en la fotografía, a la que seguirían varias imágenes más de hechos similares.
“Son escenas de barbarie”, explicó Gisèle, al relatar el inicio de un “trauma inmenso” en el que inicialmente sólo quería “desaparecer”. De hecho, admitió que pensó en quitarse la vida, pero que se acordó de sus tres hijos y de sus nietos para seguir adelante. Así, narró cómo sus propios hijos se volcaron con ella cuando les contó todo lo que acababa de descubrir.
En un primer registro en la vivienda, los investigadores no localizaron la droga con la que Dominique Pélicot dejaba inconsciente a su esposa, pero el hombre terminó reconociendo que escondía los botes de Temesta ―lorazepan― en botas de montaña.
Según su relato, el comisario le sugirió que se mudara del pueblo porque los individuos que la violaron saben dónde vive y ella viajó otra vez rumbo a la zona de París, a donde escapó “destrozada”. Tras unos meses acompañada, se trasladó a la segunda residencia de su hija y su yerno, porque “necesitaba estar sola” para retomar su propia vida.
HABLA POR OTRAS VÍCTIMAS
Gisèle no había visto los videos de los abusos hasta este mes de mayo, cuando comenzaba a preparar el juicio, y pudo ver por primera vez “escenas de violación insoportables”, ante las que ella simplemente está “anestesiada”. “Fui sacrificada en el altar del vicio”, lamentó.
Está “como muerta”, según sus propias palabras, con las que ha querido señalar a quienes desfilaron sobre ella durante años. No se plantearon en ningún momento su posible sufrimiento: “Me ven como una muñeca de trapo, como una bolsa de basura”.
Gisèle afirmó que no testifica por sus propios intereses, sino para ayudar a otras mujeres que puedan ser víctimas de sumisión química. “El día en que una mujer se levante y no recuerde lo que hizo el día anterior se dirá a sí misma: he oído el testimonio de la señora Pélicot”, ha señalado.
Crédito: SINEMBARGO